lunes, 20 de diciembre de 2010

EOLICOS INDISCRIMINADOS O COMO HIPOTECAR NUESTROS PAISAJES



El mundo que hemos creado, que estamos creando día a día, es insaciable consumiendo energía. Insaciable quiere decir eso, que nunca se sacia, que por mucha energía que se produzca, se necesitará más y más.
La fuente más cómoda de producción de energía  ha sido tradicionalmente los carburantes fósiles, es decir, el carbón y el petróleo. Pero, desde hace unos años,  los científicos vienen señalando que no podemos seguir mandando más y mas humo a la atmósfera, pues eso está provocando que se rompa el delicado equilibrio que hasta ahora ha ido manteniendo  la Tierra, y uno de los resultados más plausibles de este desequilibrio es el cambio climático. La atmósfera se está haciendo cada vez mas turbia, por decirlo de alguna manera, y el sol ya no llega como antes. O, mejor dicho, el calor de sus rayos ya no se va como antes. Y el resultado es que nos calentamos cada vez más.
Por eso, los gobiernos, si bien no llegan a ponerse de acuerdo, si están por la labor de hacer algo para que no todo sea quemar petróleo y carbón. Energías alternativas, renovables, que no consistan en quemar fósiles, sino aprovechar  las inagotables  fuentes de energía que nos brinda la naturaleza: el aire, el sol, el agua, el calor de la propia tierra, entre otras.
LA ENERGÍA EÓLICA
Desde los principios de la tecnología, el viento ha sido aliado del hombre, desde los molinos  manchegos hasta las velas de los barcos. Es energía gratis, está en todas partes, y es limpia. ¿Limpia?
Pues, como todo, tratándose de aerogeneradores,  depende. Es limpia en el sentido de que no ensucia físicamente. Pero no es limpia si atendemos al ruido que producen y al enorme impacto visual que tienen, tanto de día como de noche, con esas lucecitas flasheadas que parecen sumergirnos de lleno en algún  capítulo de las guerras de las Galaxias.
PAISAJES CONQUENSES
Y en nombre del progreso, en nombre de la guerra contra el cambio climático, Cuenca se está llenando de eólicos y lucecitas. Primero comenzaron a sembrarse los eólicos en los sitios de más viento, cosa normal. Luego, una vez copados los lugares más ventosos, agrandaron el tamaño de los eólicos para captar el viento de los lugares con menos viento. Y así sigue y sigue, hasta ir copando cualquier cerro, cualquier cresta, todo en nombre del progreso, en nombre de la férrea cruzada contra los estragos del cambio climático.
Y qué está pasando en Castilla la Mancha y, en particular, en Cuenca. Nuestra provincia nunca ha sido muy agraciada en términos económicos. Agricultura, alguna industria, y el turismo para la ciudad. Pero resulta que Cuenca tiene un patrimonio único: su naturaleza, sus paisajes. Y precisamente el turismo que crece sin parar es el turismo ligado a la naturaleza. Cuenca está situada entre dos “montruos” económicos y poblacionales: Madrid y Valencia. Con las nuevas infraestructuras, ambas metrópolis se han quedado de Cuenca a poco más de media hora.
Y en las ciudades, sobre todo Madrid, uno necesita salir periódicamente a que le dé el aire del campo. El ecoturismo es, seguramente, uno de los pocos sectores que puede seguir creciendo, y desde luego una solución al tremendo problema del despoblamiento rural.
Si uno viaja al Pirineo, o Gredos, se da cuenta del enorme desarrollo que tiene el turismo de naturaleza. No me refiero al turismo aventura, esa horterada que consiste en llenar el campo de todo terrenos, quads o motos ruidosas. Me refiero al turismo a pie, en bicicleta, en caballo, en burro, al senderismo, a las escuelas de naturaleza, granjas escuela, campamentos de niños, rutas circulares por refugios o albergues, talleres de cultivos ecológicos o charcutería casera.
En resumen, tenemos una población de cerca de seis millones de personas a media hora que necesitan recibir una dosis, como mínimo mensual, de silencio, de pueblo, de olor a estufa, de aire sano, árboles y ríos. Precisamente lo que tenemos en Cuenca.
Pero, ¿ustedes han paseado alguna vez por un parque eólico? Quizá una vez, para ver esos monstruos de cerca. Pero seguramente no han vuelto. Hasta de lejos arruinan el paisaje. De noche hacen ruido, y el aspecto que le confiere al campo es todo menos natural. Un horrible artificio en medio de la noche.
Eso no significa que debamos prescindir de los aerogeneradores. Pero sí limitar su ubicación a zonas poco sensibles. No podemos estar orgullosos de las Pinturas Rupestres de Villar del Humo, por poner un ejemplo, y llenar de eólicos el paisaje colindante, porque nos cargamos el entorno, nos cargamos la posibilidad de desarrollo de estos pueblos.
La energía solar parece una fuente igualmente inagotable e infinitamente menos invasiva. Las tecnologías del grafeno aplicadas a los paneles solares parece que van a revolucionar la eficiencia de estas alternativas. Así que sería deseable un poco de precaución antes de seguir llenando nuestra provincia de las enormes aspas giratorias y, en breve serán unos trastos tan invasivos como poco eficientes.
Campillo de Altobuey es un ejemplo de hasta dónde puede llegar la invasión de los eólicos. Un pueblo cercado, rodeado por dos parques eólicos. De día las enormes torres se ven desde todas partes. De noche las luces rojas confieren un aspecto fantasmagórico al paisaje, y suenan algunas veces como si hubiera un aeropuerto en las inmediaciones.
Hace poco, leí un comentario sobre una torre de medición  de viento en el término municipal de Enguídanos .Y era verdad, allí está la torre tomando datos de la velocidad del viento para preparar otro parque. Un paisaje precioso, casi virgen, de extraordinaria riqueza biológica, que alberga aves protegidas como el águila perdicera. Si nadie lo remedia, y dudo mucho que la desastrosa política de medio ambiente de nuestra región se fije en estas pequeñeces, pondrán otro parque, otras torres ruidosas, surrealistas, presidiendo uno de los paisajes más vírgenes y bellos de las estribaciones de la Serranía de Cuenca. ¿Se imaginan un atropello semejante en Francia, por ejemplo? Pero no, estamos en Castilla la Mancha. El término de Mira y su atentado paisajístico no quiso evitarse,  Enguídanos ya veremos. El desarrollo rural comienza por cuidar nuestros campos, nuestros montes, no destruirlos.  Espero que algún día tengamos la conciencia y valentía suficiente como para pedir responsabilidades a quien nos sumió en esta hipoteca tan costosa.